Comentario
Frente a visiones idílicas que han tenido vigencia en la historiografía moderna desde mediados del siglo XIX por el influjo de la obra de Morgan y Engels, reforzado por otros estudios de antropología cultural, hoy no hay razones para sostener que las comunidades célticas de la Península poseían la tierra en común, disfrutaban de un mismo estatuto jurídico y de análogas condiciones económicas. Estudios recientes de diversos autores (Burillo, Cerrillo y San Miguel, entre otros) sobre arqueología espacial del ámbito de los celtíberos, vettones y vacceos evidencian que, antes de la conquista romana, esos pueblos ya estaban adaptándose a modelos urbanos análogos a los del área ibérica. Se entiende ahora bien por qué el ejército romano planteaba siempre una estrategia de toma de las ciudades importantes como un medio de someter a territorios más extensos. Y la ciudad se corresponde con una sociedad dividida en clases. Otras investigaciones sobre las necrópolis aportan datos en la misma dirección. Así, el estudio de los ajuares de 1.613 tumbas de la necrópolis de Las Cogotas (provincia de Avila) se viene interpretando, desde las excavaciones de Cabré Aguiló, como un reflejo de las siguientes diferenciaciones sociales en la vida de los difuntos: se distinguen bien un sector aristocrático, otro guerrero y un tercero de carácter artesanal; parece incluso posible el afirmar que existía otro cuarto grupo de población dependiente en régimen de esclavitud o similar. Lo significativo reside en constatar que el modelo social reflejado en la necrópolis de Las Cogotas se repite en otras áreas de la Hispania céltica republicana.
Desde los años de la conquista romana, se manifiesta la existencia de, al menos, dos grandes grupos sociales en el área lusitana y en la celtibérica. Por lo mismo, los devoti o grupos de personas consagradas a otra distinguida por méritos especiales de valor, cultura y capacidad de mando son una manifestación de esa marginación social.
Como ha propuesto Sevilla, el nombre personal Ambatus sería una derivación de un nombre común ambatus, relacionado con el griego amphipolos, que servía para indicar a personas dependientes, esclavos, siervos o criados. El reparto del nombre personal en muchos lugares de la Hispania céltica y, de modo particular, en comunidades del valle del Duero, sería un reflejo de antiguas formas de dependencia personal. Estaríamos, pues, ante precedentes de la esclavitud romana. Y hay menciones que demuestran que la dependencia personal estaba bastante extendida. Así, los salmantinos sitiados por Aníbal el año 220 a.C., se vieron obligados a salir de la ciudad dejando en ella las armas, las riquezas y los esclavos según cuenta Plutarco (Virt. Mul., 248e). El año 136 a.C., Bruto el Galaico exigió a Talabriga que entregara a los tránsfugas romanos, las armas, los rehenes y los esclavos.